martes, 9 de septiembre de 2008

Adam Smith y el trabajo

En un mundo en el que la velocidad ha terminado por conducir a la gran mayoría de personas a la búsqueda de soluciones instantáneas para sus carencias de información y en el que las empresas de multimedia e Internet han creado soluciones también instantáneas para este problema, no hay duda alguna que ya es muy poco lo que se puede saber acerca del verdadero mensaje de aquellos autores que consideramos clásicos y que en su condición de tales son referidos una y otra vez por muchos sin que necesariamente hayan sido leídos.

Un video documental que nos dé una idea de tal o cual personaje, la entrada de alguna enciclopedia no siempre bien informada, la página Web de algún inquieto redactor que tampoco va a las fuentes cuando hace sus referencias o la posibilidad de conocer lo que dice un libro leyendo un sumario para el que debe invertir tan solo 40 minutos mensuales, además de las desubicadas referencias de algunos políticos y empresarios de todas partes del mundo, son algunas de las fuentes instantáneas del saber en el mundo moderno; que por cierto en lugar de formar, deforman causando mayores problemas que la desinformación misma.

Así ya no es extraño leer frases que los clásicos nunca escribieron y la forma como se les manipula con el exclusivo afán de vender utilizando su imagen, se ha vuelto práctica común. Práctica que por cierto, en ocasiones, ha llegado a extremos tan risibles como inconcebibles. Tal es el caso de un libro de negocios que se ha planteado la hipótesis, negada e improbable por cierto, de lo que haría Aristóteles* si presidiera una corporación, como si una mente de la brillantez y los niveles de reflexión de la mente aristotélica, si quiera se le podría pasar por la cabeza trabajar para una corporación moderna.

Prueba de esta desinformación son las ideas que realmente tenía Adam Smith** sobre el trabajo, expuestas obviamente, en su obra cumbre: La riqueza de las naciones (recordemos que sólo escribió dos libros: Teoría de los sentimientos morales e Investigación de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, conocido como La riqueza de las naciones)

Si revisamos La riqueza de las naciones en el Libro primero, capítulo siete: “De los salarios del trabajo” podemos encontrar opiniones que harán que muchos pongan en tela de juicio su filiación con el padre del liberalismo. Por lo cual pasaré a citar textualmente “Los salarios del trabajo, en todas las naciones, se acomodan al convenio que por común se hace entre estas dos partes, cuyos intereses de ningún modo pueden considerarse los mismos. El operario desea sacar lo más y el empresarios dar lo menos que puede. Los primeros están siempre dispuestos a concertar medios de levantar, y los segundos de bajar, los salarios del trabajo”[1]

Es decir: el padre del liberalismo, nunca dijo que los intereses del capital y el trabajo fueran similares, ni que los empresarios representan el sacrosanto interés de la nación, o que éstos obren en bien de los trabajadores, como hoy nos quieren hacer pensar. Es más en el siguiente párrafo dirá lo siguiente: “(…) Los empresarios o dueños, como menos en número, pueden con más facilidad concertarse, además de que las leyes, por lo regular, autorizan en éstos las combinaciones y las prohíben en los otros, pues por lo común, se ve que hay estatutos que prohíben levantar el precio de las cosas, pero no bajarlo: esto es ventajoso, y aquello perjudicial. En semejantes contiendas no pueden dejar de llevar siempre la ventaja los dueños (…)”

Queda claro aquí, como en muchos textos del libro, que Adam Smith antes que economista era un filósofo moral, que incluso se ocupó de la cátedra de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow. Es su condición de filósofo la que lo sensibiliza y lo lleva a adoptar un punto de vista crítico respecto de los hechos económicos que estudia en su obra y que entiende más como el resultado del concierto entre los agentes y no como el producto de leyes inmodificables que hoy se le atribuyen al mercado.

Cuando se ocupa de las desigualdades que produce la política en Europa (parte II del capítulo 10) será aun más radical al afirmar lo siguiente “La propiedad que tiene el hombre en su propio trabajo es la base fundamental de todas las demás propiedades, y por lo tanto debe ser el derecho más sagrado e inviolable en la sociedad. Todo el patrimonio del pobre consiste en la fuerza y destreza de sus manos, y estorbarle que emplee sus destrezas y sus fuerzas del modo que le parezca más a propósito, sin injuria del prójimo, es una violación manifiesta de un derecho incontestable (…)”[2]

A partir de estas referencias surgen sin duda algunas preguntas: cuántos de los mentores del liberalismo y del neoliberalismo esgrimen estos argumentos de Smith en la formulación de sus propuestas. Cuántas corporaciones defienden el derecho inviolable al trabajo y lo anteponen a sus pingües ganancias en momentos en los cuales su nivel de operaciones decrece. Cuántos administradores, más allá de la retórica, defienden el trabajo antes que el capital. Como todas las respuestas a estas preguntas son negativas, surge otra pregunta que si considero fundamental dejar planteada: no habrá llegado el momento de volver a las fuentes para retomar el recto y moral camino que nos propone Adam Smith.

[1] SMITH, Adam: La riqueza de las naciones. Ediciones Orbis, S.A. Barcelona, 1983. Pág. 114
[2] Ibidem, pp. 177-178
*La imagen de Aristóteles ha sido bajada del buscador de imágenes de Google y originalmente aparece en: http://www.nodulo.org/ec/2008/n072p07.htm
**La imagen de Adam Smith ha sido bajada del buscador de imágenes de Google y originalmente aparece en: www.cooperativeindividualism.org/land-question_r-s.html

2 comentarios:

  1. v a a ser bastante dificil volver al caminio visto x smith y uds pero no imposible
    en opinion propia todo llega a su tiempo y eso se dara por si solo

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  2. Ciertamente todo llega a su tiempo y retomar el recto camino propuesto por el padre del Liberalismo también se dará en su momento. Gracias por su valiosa opinión.

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