Una convicción difundida cada vez más en los círculos de negocios es la certeza de que el trabajo es el factor de producción más dinámico y el más importante en la generación de la riqueza y, por ende, el más importante en la creación del valor. Pese a esto pareciera que hemos avanzado poco en la mejora de las relaciones sociales entre los distintos factores de producción, principalmente en las relaciones sociales de producción entre el capital y el trabajo.
Contrariamente a lo que se puede pensar y, también, a lo que algunos nos quieren hacer pensar, esta convicción no es reciente. No la están descubriendo las escuelas de negocios y menos aún las universidades, ni los centros académicos en los que se enseñan las carreras de administración y gestión empresarial, ya que por cierto es de data muy antigua. Cuando los economistas clásicos Adam Smith* y David Ricardo**, descubren y coinciden en señalar que el valor de los bienes está determinado por la cantidad de trabajo que ha sido necesario para producirlos, es decir cuando afirman que el valor de intercambio de las mercancías esta dado por la cantidad de trabajo acumulado en ellas, implícita y explícitamente descubrían también que el trabajo era entre todos los factores de producción el más importante y el de mayor dinamismo.
Desde entonces (mediados del siglo dieciocho) si bien hemos mejorado mucho las relaciones sociales de producción entre el capital y el trabajo, sin embargo no hemos logrado acercarlos del todo y aún hoy ambos factores se encuentran en abierto conflicto, expresado a través de los movimientos laborales en defensa del trabajo y, también a través, de las decisiones que el capital toma con relación al trabajo, fundándose en la ley de la oferta y la demanda, es decir expresado en las políticas de despidos masivos, que se utiliza como primera medida para reducir los costos cuando disminuye el nivel de transacciones de las organizaciones. Pese a esta realidad: las empresas siguen declarando que los trabajadores son su mayor activo y las escuelas de negocios y universidades, siguen enseñando que el trabajo es el componente más importante de la competitividad de la empresa, en medio de una cultura de doble moral en la que, finalmente, siguen prevaleciendo los intereses del más fuerte.
A este panorama, desalentador y paradójico, se ha sumado la presencia de un nuevo factor de producción en conflicto: el Management, factor que se introduce en la empresa, precisamente con la finalidad de conciliar el capital con el trabajo, pero que deviene en otro factor en conflicto debido a la dependencia que ha desarrollado con relación al capital. El filósofo británico Bertrand Russell***, en su libro Autoridad e individuo publicado en 1949, señala: “El divorcio entre la dirección y el obrero ofrece dos aspectos, uno de los cuales es el conocido conflicto entre el capital y el trabajo, mientras que el otro consiste en un mal más general que afecta a todas las grandes organizaciones. No es mi propósito hablar sobre el conflicto entre el trabajo y el capital, pero el distanciamiento de los elementos directivos en una organización, ya sea política o económica, ya sea bajo el capitalismo o bajo el socialismo, es un tema menos trillado y que merece consideración”[1]
La pregunta que tendríamos que hacernos es hasta cuándo vamos a seguir promoviendo la cultura de la doble moral. Mientras no encaremos esto dentro de la empresa, las posibilidades de desarrollar una competitividad sistémica, se verá afectada por el conflicto real que existe entre el capital, el trabajo y la administración. Conflicto que ni las más sofisticadas técnicas de mejora del clima organizacional pueden resolver por si solas. Es necesario que nos replanteemos esta discusión propiciada por el filósofo británico Bertrand Russell, pero en honor a la verdad, descubierta por el notabilísimo escritor checoslovaco Franz Kafka, de quien nos ocuparemos en otra entrada de nuestro blog.
[1] RUSSELL, Bertrand: Autoridad e individuo. Breviarios del Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1949
Contrariamente a lo que se puede pensar y, también, a lo que algunos nos quieren hacer pensar, esta convicción no es reciente. No la están descubriendo las escuelas de negocios y menos aún las universidades, ni los centros académicos en los que se enseñan las carreras de administración y gestión empresarial, ya que por cierto es de data muy antigua. Cuando los economistas clásicos Adam Smith* y David Ricardo**, descubren y coinciden en señalar que el valor de los bienes está determinado por la cantidad de trabajo que ha sido necesario para producirlos, es decir cuando afirman que el valor de intercambio de las mercancías esta dado por la cantidad de trabajo acumulado en ellas, implícita y explícitamente descubrían también que el trabajo era entre todos los factores de producción el más importante y el de mayor dinamismo.
Desde entonces (mediados del siglo dieciocho) si bien hemos mejorado mucho las relaciones sociales de producción entre el capital y el trabajo, sin embargo no hemos logrado acercarlos del todo y aún hoy ambos factores se encuentran en abierto conflicto, expresado a través de los movimientos laborales en defensa del trabajo y, también a través, de las decisiones que el capital toma con relación al trabajo, fundándose en la ley de la oferta y la demanda, es decir expresado en las políticas de despidos masivos, que se utiliza como primera medida para reducir los costos cuando disminuye el nivel de transacciones de las organizaciones. Pese a esta realidad: las empresas siguen declarando que los trabajadores son su mayor activo y las escuelas de negocios y universidades, siguen enseñando que el trabajo es el componente más importante de la competitividad de la empresa, en medio de una cultura de doble moral en la que, finalmente, siguen prevaleciendo los intereses del más fuerte.
A este panorama, desalentador y paradójico, se ha sumado la presencia de un nuevo factor de producción en conflicto: el Management, factor que se introduce en la empresa, precisamente con la finalidad de conciliar el capital con el trabajo, pero que deviene en otro factor en conflicto debido a la dependencia que ha desarrollado con relación al capital. El filósofo británico Bertrand Russell***, en su libro Autoridad e individuo publicado en 1949, señala: “El divorcio entre la dirección y el obrero ofrece dos aspectos, uno de los cuales es el conocido conflicto entre el capital y el trabajo, mientras que el otro consiste en un mal más general que afecta a todas las grandes organizaciones. No es mi propósito hablar sobre el conflicto entre el trabajo y el capital, pero el distanciamiento de los elementos directivos en una organización, ya sea política o económica, ya sea bajo el capitalismo o bajo el socialismo, es un tema menos trillado y que merece consideración”[1]
La pregunta que tendríamos que hacernos es hasta cuándo vamos a seguir promoviendo la cultura de la doble moral. Mientras no encaremos esto dentro de la empresa, las posibilidades de desarrollar una competitividad sistémica, se verá afectada por el conflicto real que existe entre el capital, el trabajo y la administración. Conflicto que ni las más sofisticadas técnicas de mejora del clima organizacional pueden resolver por si solas. Es necesario que nos replanteemos esta discusión propiciada por el filósofo británico Bertrand Russell, pero en honor a la verdad, descubierta por el notabilísimo escritor checoslovaco Franz Kafka, de quien nos ocuparemos en otra entrada de nuestro blog.
[1] RUSSELL, Bertrand: Autoridad e individuo. Breviarios del Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1949
* La imagen de Adam Smith ha sido bajada del buscador de imágenes de Google y originalmente aparece en: www.cooperativeindividualism.org/land-question_r-s.html
**La imagen de David Ricardo ha sido bajada del buscador de imágenes de Google y originalmente aparece en http://original.britannica.com/eb/art-13741/David-Ricardo-portrait-by-Thomas-Phillips-1821-in-the-National
*** La fotografía de Bertrand Russell ha sido bajada del buscador de imágenes de Google y aparece originalmente en: http://lamediahostia.blogspot.com/2008/05/bertrand-russell-y-la-tica-de-la-guerra.html
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